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AlumniCBM: Entrevista con Rogelio Sánchez Verdasco

AlumniCBM

16 November 2023

Echando un vistazo al pasado del CBM, nos topamos con la figura de Rogelio Sánchez Verdasco, que inició su trayectoria como parte del Servicio de Fotografía cuando el CBM estaba en pañales en 1975. Después pasar por el CBM, Rogelio ha sido un profesional polifacético que siempre ha estado interesado en la divulgación científica, y ha sido honrado recientemente con una Mención Especial en los premios PRISMA Casa das Ciencias de A Coruña, por su enfoque innovador y su impulso de proyectos colectivos. Nos sumergimos en la fascinante trayectoria de Rogelio en este primer capítulo de la serie AlumniCBM, en la que entrevistaremos a antiguos miembros de la comunidad CBM, personal o estudiantes, de cualquier equipo o departamento. Si quieres sugerir algún nombre para esta serie, escribe a comunicacion@cbm.csic.es.

Pregunta: Rogelio, fuiste parte del primer departamento técnico de España en el CBM. ¿Qué es lo que destacarías de esta primera etapa de tu carrera?

Respuesta: Me incorporé al CBM con 18 años recién cumplidos. Estaba terminando de estudiar una FP básica de electrónica y empecé con Miguel Ángel Fuertes en el servicio de Fotografía, aunque en aquella época hacíamos de todo. Desde colocar las jaboneras de los servicios hasta las luces de emergencia, como hombres-orquesta. Éramos todos muy jóvenes y nos lo tomábamos con diversión. Nuestro director técnico, Javier Corral, nos defendía siempre pero también era muy estricto. Por ejemplo, todo el equipamiento del CBM, que vino de Estados Unidos, estaba guardado en lo que ahora es la cafetería del Pabellón B (de la Facultad de Ciencias de la Autónoma). Los viernes por la tarde llegaba el camión de la aduana, y allí había que quedarse a descargar hasta que terminásemos. Cuando ya arrancó el CBM cada uno nos fuimos a un equipo. En Instrumentación estábamos Fotografía, Delineación y Electrónica, y aparte Mantenimiento, Administración… Si el CBM es lo que ha sido, es porque entonces el investigador solo tenía que investigar. Aquella fue una época muy bonita y aprendimos mucho, hacíamos una fotografía de calidad. También pesaba la producción, porque había que dar servicio a muchos investigadores: Margarita Salas y García Bellido con todos sus equipos se vinieron al CBM, y también estaba todo el núcleo de Federico Mayor Zaragoza, y muchos otros. No había fotografía digital como ahora, en el CBM había dos máquinas revelando radiografías todo el día y nosotros reproduciéndolas, y haciendo fotos y recortando, no había otra manera.

P: Los experimentos de muchas de las tesis doctorales de esa época habrán pasado por tus manos.

R: Todas las tesis, incluso de gente que ahora está recibiendo los premios Jaime I, y alguna ha sido hasta ministra. Éste fue un centro especial para la fotografía. Por ejemplo, en el CBM hicimos el testeo para Polaroid de una máquina para hacer reproducciones, que luego se vendió en el mundo entero. También venía material de Estados Unidos, porque Juan Modolell era muy aficionado a la fotografía y allí había utilizado películas que aquí aún no se conocían. Eran películas que nos permitían hacer diapositivas en blanco y negro directamente, películas con grano más fino que luego ya se vendieron comercialmente en España, pero los primeros que las probamos y usamos fuimos nosotros.

P: ¿Cambiarías algo de tu paso por el CBM?

R: No, del CBM tengo ¡hasta a mi mujer! Siempre digo que al CBM le debo hasta mi familia. Fue una época muy, muy bonita. Como me decía Margarita Salas, ‘eres hombre del CBM’. A todo ese equipo nos enseñaron a trabajar de una manera muy diferente, con la misma presión que si trabajásemos en la empresa privada. A todo ese grupo nos distingue el habernos formado así. Esa manera de aprender a trabajar ha marcado todo lo que he hecho en mi vida y estoy muy orgulloso. Siempre hay historias y momentos, pero para mí el CBM fue una experiencia muy buena, fantástica.

P: Después del CBM trabajaste muchos años en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.

R: Yo decidí marcharme entre otras cosas porque me apetecía muchísimo hacer otro tipo de fotografía. Cuando llegué al Museo no tenía ni idea de hacer esa fotografía porque, claro, nunca me había puesto a hacer fotos de un insecto de dos milímetros, ni había tenido que iluminar por ejemplo los fósiles de Atapuerca. Era un trabajo completamente nuevo y había que seguir formándose. Además, en el Museo me tocó el cambio a la fotografía digital y por eso de nuevo tuve la oportunidad de probar equipos nuevos que luego salieron al mercado.

P: ¿Fue allí en el Museo donde empezaste a hacer actividades de divulgación?

R: Sí, todo empezó porque unos compañeros iban a hacer un póster para un congreso, en el que contaban cómo anestesiaban a los moluscos para que al fijarlos luego con formol quedaran abiertos y no se contrajesen. Empezamos a rodar escenas para aquel póster y se nos ocurrió que podíamos montar también algo creativo. Lo hicimos juntando una ópera de Verdi con el movimiento de los moluscos, y nos dieron una Mención de Honor en los premios que ya daba la Casa de las Ciencias en esa época. En otro momento el Museo nos encargó montar una exposición sobre imagen científica, y en menos de seis meses conseguimos darle contenido: tratamos todas las técnicas que se estaban usando en ese momento, como los microscopios electrónicos, colaborando con José Bedoya, o el microscopio confocal que estaba recién llegado. Tuvimos hasta a Anatomía Forense de la Guardia Civil, o el PET, que también era novedad. Y acabamos la exposición planteando a Cajal como fotógrafo científico. Por todo esto me empezó a picar el gusanillo de la divulgación. Empecé a ir al Festival de Cine Científico de Ronda como oyente para aprender, y acabé siendo parte de la organización de la Asociación Española de Cine Científico (ASECIC). En 2004, en el Museo y con los fondos de la Asociación, montamos algo que no había en todo el mundo: una Mediateca con un servidor central y veinte ordenadores para los usuarios.

P: Tu carrera continuó en el Centro de Astrobiología (CAB) y ahora estás en el Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja.

R: En 2006, del Museo decidí marcharme al CAB, donde estaban pendientes de arrancar la Unidad de Cultura Científica, que se creó a los tres años de mi llegada. Pero era un centro complejo para la divulgación ya que, al ser un centro mixto del Ejército, INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial) y CSIC, gran parte de lo que se hace allí es secreto. Quería buscar otro sitio y entré en el Torroja. Allí tampoco había Unidad de Cultura Científica, y ahora la llevo yo, también la prensa, web, redes sociales, etc.

P: ¿Qué tendría que mejorar en los centros de investigación españoles con respecto a divulgación y comunicación científica?

R: Es un aspecto muy importante y creo que hemos avanzado muchísimo. Casi todos los centros están contratando personas específicamente para llevar estos temas porque se han dado cuenta de lo importante que es para el propio centro, pero incluso más importante es la obligación que tenemos con la sociedad de contar lo que hacemos. Siempre he dicho: ‘Divulga, divulga, que algo queda’. En una ocasión hicimos un vídeo para la Semana de la Ciencia que empezaba con un niño que decía: ‘A mí me gusta la ciencia, ¿y a ti?’. Cuando ese niño sea ministro, no habrá que explicarle por qué queremos dinero para la ciencia.

P: ¿Qué crees que habría que hacer para interesar más a los niños y jóvenes en carreras científicas?

R: Hay que hacer el esfuerzo de que conozcan a los científicos de cerca, y que lo que hacen es para ellos. Con la pandemia hemos ganado muchos puntos, se ha visto el impacto en la sociedad. Cuando yo trato de explicar ahora lo que hacen mis compañeros ingenieros y arquitectos, digo que trabajan para que nuestras casas y nuestros edificios estén bien construidos, que sean más confortables, evitar que se caigan… Lo más importante es que la gente vea que estamos a su servicio, que todo lo que sale de los centros de investigación les va a ayudar en su vida diaria. Y que así tengan criterio para poder votar a unos a otros según lo que propongan, y que, cuando alguno de ellos tenga un puesto de responsabilidad en el que pueda decidir, que se tomen las decisiones bien.

P: ¿Por qué crees que es importante mantener los vínculos con el CBM?

R: Para mí es una historia personal. Me he llevado muy bien con la gente, aquí encontré a mi chica y estamos felices y contentos. Yo saqué los dientes en el CBM. Me enseñó un estilo de vida. Sin duda, aprendí y estoy contento con lo que aprendí.

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